Cuando llegan los primeros días de la primavera ártica, el hielo que inmoviliza los buques en el puerto ruso de Arcángel comienza a resquebrajarse. Son las señales que esperan los marineros para iniciar las intensas faenas de los cortos meses en que las frías rutas marítimas del norte permanecen relativamente libres de hielo. Esta imagen ha cambiado muy poco desde 1860, fecha en que se supone que el impactante gato ruso azul partirían a Inglaterra.
Por las rutas marítimas del norte
En esa primavera, un viejo velero de madera zarpó de Arcángel cargado de pieles de Marta y grasa de Ballena, con una tripulación compuesta por doce marineros, un cocinero, un capitán septuagenario y lo que a la postre sería su cargamento más trascendente: dos gatos.
Debieron ser unos hermosos ejemplares de gatos grises oscuros con reflejos azules y plateados como los de la luna que se habían hecho comunes en la gélida Arcángel, a donde habían llegado provenientes del interior de Rusia siguiendo el curso del río Dviná hacia su desembocadura en el lejano norte. Esta ciudad portuaria brindaba a los mininos la posibilidad de obtener roedores aún en los inviernos más fríos, por lo que eran muy apreciados por los marinos.
‘Misha’ y ‘Katia’, como llamaremos a esta pareja de gatos Ruso azul, tuvieron una primera etapa de navegación tranquila a través de los mares árticos, siendo ocasionalmente premiados por el cocinero Fiódor con pequeñas raciones de pescado. Hasta que un día, navegando frente a las costas noruegas, un novedoso barco de vapor los adelantó a gran velocidad provocando la curiosidad de marineros y felinos, dejando además una gruesa cortina de humo que presagiaba un futuro incierto para los viejos veleros mercantes.
Y, apenas entraron al Mar del Norte, las aguas comenzaron a agitarse. Un viento polar comenzó a golpear violentamente al buque haciendo jirones las velas, mientras el antiguo maderamen que tantas tormentas glaciales había soportado, crujía y comenzaba a filtrar agua. Carga, marineros y gatos se zarandearon y empaparon de agua fría durante dos días seguidos antes que todo se calmara.
El maltrecho velero pudo mantenerse a flote. ‘Misha’ y ‘Katia’, aún mareados y asustados, lamían su pelaje sin prestar la más mínima atención a los ratones mojados que caminaban tambaleantes entre barriles y bultos de pieles húmedas. Siguieron días de penosa navegación en medio de una espesa niebla y el avistamiento ocasional de témpanos flotantes hasta que entraron a salvo al puerto de Edimburgo en las islas británicas.
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Como era de esperarse, el vetusto buque quedó varado esperando reparación, por lo que sus tripulantes pronto lo abandonarían. Por su parte, el anciano capitán, que estaba ‘decidido’ a hundirse con ‘su barco’, un día se alejó para siempre dando tumbos de borracho por las estrechas callejuelas del puerto. Luego de aquella desaparición, ‘Misha’ y ‘Katia, de la mano del cocinero Fiódor, conseguirían permanecer en Inglaterra acogidos por una viuda inglesa ya entrada en años. Lo demás es historia conocida: estos exóticos gatos serían los pioneros de una de las razas felinas más exitosas y cotizadas a nivel mundial: el Azul Ruso