Su alegre disposición y simpático rostro teatral, han llevado al Pug a convertirse en el ‘rey’ de muchos hogares, donde ya no le llaman ‘Carlino’.
Su carita chata y surcada por profundas arrugas ha sido comparada con la máscara de ‘Carlín’, un famoso personaje interpretado por un comediante italiano que se disfrazaba de arlequín en la Francia de finales del siglo XVIII.
Justamente durante la época en que el Pug o Mops, como también se le conoce, consolidaba su vertiginoso ascenso como perro de compañía entre las clases altas de Europa.
Luego de un largo proceso que hunde sus raíces en China mucho antes de que los holandeses establecieran puestos de avanzada en Cantón y Formosa; comenzando a abrir las rutas del comercio marítimo con el gigante asiático.
Inglés ‘Made in China’
El Pug iniciaría su periplo europeo a finales del siglo XVI por el puerto de Ámsterdam, lugar donde recalaban los navíos de la flota mercante neerlandesa tras una larga travesía por los mayores océanos del mundo llevando los productos que hicieron crecer la percepción en la Europa preindustrial de que todo lo lujoso y exquisito provenía de China. Es decir, llegó como una mercancía exótica que se hizo especialmente codiciada en Inglaterra, donde los ocurrentes criadores de esa nación, conocedores de los deleites y las tendencias entre la aristocracia de entonces, comenzarían a achatarle la carita y a encogerle su tamaño hasta llevarlo al Pug que hoy conocemos.
El proceso de ‘nacionalización’ inglesa cambiaría el aspecto del Pug. Escritos y representaciones de la antigua China describían a un perro emparentado con canes pequineses y mastines de mayor talla y hocico sobresaliente; que vivía en suntuosos palacios imperiales, vestía trajes y al cual se les dispensaba el trato reservado a los altos dignatarios de la realeza oriental.
no solo se adaptó a los flemáticos gustos de la aristocracia británica sino que también siguió desarrollando su afición por los espacios interiores y las comodidades que ya disfrutaba en China.
Conquistador
La nueva creación registrada en 1883 por el Kennel Club inglés, dotó al Pug de una simpática cara chata, tamaño pequeño y afable carácter. Pero también ha sido determinante en los problemas de salud que comúnmente presenta la raza. Sin embargo, el ‘concentrado’ de buen perro que es siempre ha estado por encima de las complejidades genéticas de su salud; y lo siguen convirtiendo en uno de los canes de compañía más populares de nuestros días.
Esta popularidad se refleja planamente en distintas partes del planeta donde el ‘chatolindo’ tiene clubes en sus principales ciudades y sus dueños acostumbran a celebrarle cumpleaños, vestirlos en navidad y a disfrazarlos en Carnaval o el día de brujitas.
Al alegre Pug le encanta ser el centro de atención; sus fanes se desviven por corresponder los expresivos gestos de cariño de este consumado conquistador canino. Ese ejemplar que un día salió de China para apoderarse del mundo.